La presencia, sobre el escenario, de personas que piensan, se miran, se escuchan, reaccionan a esa escucha, crean, construyen y generan un acto teatral es un momento de comunión que nos permite suponer que la vida es más que aquello que atrapa nuestra atención en lo cotidiano.
Para llegar a esta comunión es necesario saber del aprendizaje, en el tiempo, que significa alcanzar en escena las alturas que van de lo primitivo, hasta las notas sutiles del Alma.
Shakespeare hablaba de unir la palabra a la acción, y la única forma de hacerlo es sometiendo nuestro ego a la sabiduría del sentir. Y, si el sentir no es sabio porque no está entrenado: Entrenémoslo, pues.
Porque "actuar" y vociferar en escena cualquiera puede hacerlo, ya que se lleva a cabo desde la obligación y participan en el "pregoneo" sólo las capas exteriores de nuestro caudal psico-físico-emocional.
Pero sentir y vivenciar, es otra cosa. Gustavo Volpin - teatrovolpin@gmail.com