Es posible que la experiencia del teatro se asemeje a la concepción judeo – cristiana (e incluso oriental no judía) de la muerte, y la supervivencia del Alma o del Espíritu. Me refiero a esta cuestión de seres interactuando en paralelo con “la realidad”, tomando por “realidad” a los espectadores. El teatro sucede en un espacio que, por convención, ubica a los espectadores en un lugar de aparente inacción, como los ángeles de los cuentos que acompañan a los vivos. Sin embargo, la asistencia del público es un incentivo que, por sola presencia, modifica el humor del artista... por aquello de la comunicación analógica: lo no dicho o la simple presencia también comunican, también modifican. Con respecto a la calidad del trabajo del actor/actriz puedo permitirme pensar que, en tanto la persona artista se plante en escena con la intención de causar impresión en los espectadores, en vez de simplemente introducirse en una historia de la cual esta persona/artista forma parte ineludible, se verá desvirtuado el sentido íntimo y último de su labor. Porque, ¿cuál es el sentido del arte escénico si no el de entrar, junto a los espectadores, en la historia y ver qué nos pasa, sentimos y pensamos siendo testigos y partícipes de la misma? Gustavo Volpin.